domingo, 20 de septiembre de 2009

Antes de Entrar Permita Salir

“Antes de entrar permita salir” dice justo al centro de cada una de las 72 puertas del convoy del Sistema de Transporte Colectivo Metro de la ciudad de México. La pregunta es ¿Quién hace caso? Yo soy uno de los miles o millones que a diario utilizan el metro por lo menos dos veces. Tengo la fortuna de vivir a un par de cuadras de alguna estación del metro y la ventaja de poder ir y regresar casi de cualquier lugar de la cuidad con solo 4 pesos. No puedo quejarme si se viaja apretado muy poco agradable porque si quisiera evitarlo bien podría viajar en taxi sin embargo, puedo cuestionar las reglas sociales a las que no nos sometemos. ¿Por qué no podemos subir y bajar alternadamente del metro? Me molesta que se avienten como si fuera el último tren en el camino o cuando te toca bajar se paren en la entrada como si no existieran las leyes de la física y pudiéramos compartir el mismo espacio al mismo tiempo ¿Por qué no podemos alternar la entrada y la salida? Si todos tenemos que utilizar el transporte a diario ¿Por qué hacer tan difícil ese trayecto? Prefiero hacerme a un lado, dejar bajar a los que llegan a su destino de trasbordo o definitivo y dejar subir a los que tienen prisa. Me ha tocado que esperando a que bajen y suban los que tienen qué se cierren las puertas y termine fuera del vagón mientras irónicamente los que alcanzaron a subir me miran con cara de “jaja” (léase con voz de Nelson de los Simpson) cuando ellos llevan los cachetes embarrados en el cristal de la puerta. Generalmente mi suerte es mejor porque suele ser que el tren que sigue es más cómodo estando más vacío. Darse cuenta de lo mal que estamos como sociedad se ve en detalles tan simples como este o en otros casos como no darle el asiento al adulto mayor o a la embarazada, tirar basura en las vías o en los andenes y uno que me molesta en demasía: caminar en las rampas de discapacitados. Yo los veo con dos pies, dos manos, sin un bastón o una silla de ruedas ¿Por qué no respetas el camino que no está hecho para ti? En ocasiones solo los miro con mi cara de pocos amigos moviendo la cabeza en signo de negación y en ocasiones murmuro mis quejas. No les digo nada porque no me corresponde simplemente me limito a pensar ¡Qué mal estamos como sociedad!

El hecho de que seamos una sociedad tan numerosa implica cuestiones tanto positivas como negativas. No por nada tenemos records guiness de gente desnuda en el zócalo (de no ser porque ese día salía de guardia del internado allí hubiera estado), bailando un tema clásico de un icono de la música envuelto en la polémica hasta sus últimos días o llenando uno de los dos estadios más grandes del mundo para apoyar a la selección nacional de futbol. Creo firmemente en que nuestra sociedad puede cambiar, más bien debe cambiar. Me aterra el hecho de pensar qué futuro les espera a los hijos que deseo y aun no tengo. Para tener éxito a cualquier nivel de la vida se requieren dos cosas: actitud y disciplina, cosas que no tiene la sociedad de nuestro Distrito Federal. La gente que camina a aprisa, la que se avienta en el metro para alcanzar a subir es seguramente porque va tarde, porque no planeo bien su día, porque aplicó la de “5 minutos más” pero cree que corriendo, empujando y mentando madres llegará más temprano. No, mi amigo por ahí no va la cosa. Si esa persona se disciplinara a horarios para levantarse y para salir de casa seguro no andaría haciendo el ridículo cuando corre y se resbala en las escaleras del metro. Le falta mucho a nuestra sociedad mexicana le falta un cambio pero un cambio completo de raíz desde el origen hasta la actualidad. Le falta un equivalente a Javier Aguirre. En realidad alguien mejor que él porque aplicando su ejemplo en la selección, Aguirre introdujo actitud al equipo pero siguen faltos de disciplina. Actitud no significa andar con la cabeza en alto porque soy mejor que tú. No, no. En realidad, actitud es la motivación que impulsa y orienta la acción hacia determinados objetivos y metas, hacia ser mejores como individuos y luego por ende como sociedad.


La sociedad alemana requirió de ser humillada y derrotada después de la segunda guerra mundial teniendo como castigo la separación de su gente y cargando a cuestas un problema de restructuración política y social que económicamente les costó pero les dio grandes beneficios: ser una de las potencias mundiales y sobretodo demostrarle al mundo que aprendieron la lección después de las atrocidades de la guerra. Soy admirador de la cultura alemana. Alemania se levantó y aprendió de sus errores. Ahora cuenta con una sociedad con educación de primer nivel, empresas líderes en sus ramos, cuentan con el mayor centro financiero de toda Europa en Frankfurt y la ciudad peor devastada por la guerra (Berlin) hace tres años celebró la final de una Copa Mundial de futbol y recientemente un mundial de atletismo. Puedo afirmar que ellos ya no participarían en otra guerra (por lo menos no en su territorio) porque les costó, porque les dolió, porque los marcó pero aprendieron. ¿A dónde quiero llegar con todo esto? Quiero decir que otros países han tocado fondo para poder cambiar y mejorar. Aquí la pregunta es ¿Ya llegamos? o ¿Nos daremos cuenta cuando estemos en la lona? Nuestro país no tiene mentalidad ni los líderes políticos para un movimiento armado porque las pérdidas serían mayores que las ganancias. Sin embargo, urge un movimiento de intelectuales, un movimiento de conciencia, urge darnos cuenta de que vamos directo al hoyo si seguimos pensando primero en uno mismo, después en uno mismo y al último en uno mismo ¡Eso está mal porque somos animales sociales! Yo necesito de ti como tú necesitas de mí, porque tú y yo tendremos que convivir en este espacio mientras tengamos vida y mientras no haya la capacidad de tener otro lugar para vivir ¿Por qué demonios no podemos llevar la fiesta en paz? Amo el DF porque aquí crecí, porque aquí están mis padres y mis amigos por eso me da tristeza ver hacia dónde vamos primero como sociedad y después como país.


Mientras logramos una reforma en el pensamiento social yo seguiré permitiendo bajar antes de subir aunque tenga que esperar otro tren. Espero que tú lo hagas aunque te empujen siempre haciendo lo correcto y poniendo el ejemplo. Albert Einstein decía que el ejemplo no es la mejor manera de predicar más bien la única.

1 comentario:

  1. Soy otro ser humano que reconoce que las cosas no son como debieran ser, y así como yo estoy segura que existen otros más escondidos en las noches de insomnio o coludidos en la red...

    Te sigo en la crìtica y sobretodo en la propuesta razonable: el "buen" ejemplo. El ejemplo nos es conocido, son la reglas sociales establecidas precisamente para la mejor convivencia social y la soluciòn contra conductas egocentristas repetidas constantemente y que son poco cuestionadas... no es gratuito el amor que siento por el Derecho.

    Es justo la buena pràctica de la reglas sociales (el ejemplo), la parte propositiva de lo que escribes, y por supuestoi la soluciòn; no basta notar, ni hacer notar... auque notarlo es ya parte de la soluciòn.

    Leerte ha sido encontrar mis propias palabras, voz e indignaciòn, en tu texto.
    Agradezco encontrar este espacio, felicidades Misael.

    Marisela.

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